Su primera misión fue tomar a su cargo los niños de ambos sexos para darles instrucción, labor ésta que continuó toda su vida, hasta su fallecimiento el 20 de enero de 1761.
Dedicó sus mejores años a la construcción y mantenimiento de los templos de Santa Clara. Había querido que sus restos descansasen bajo el altar de su iglesia del Carmen, y así fue hasta 1804, en que fueron trasladados al cementerio. Al hacer la exhumación en la presencia del Obispo Espada y de gran parte del pueblo, apareció su cuerpo incorrupto.
Depositado en un sarcófago especial sus restos fueron conservados en una pieza de la Parroquial Mayor hasta 1819 en que fueron sepultados en una fosa dentro del atrio del templo.
Sus discípulos continuaron su obra; así en 1759 el P. Cayetano Pérez funda una escuela y los P. Juan Félix de Moya y Fray José A. Pérez de Corcho, fundan y sostienen otra en la Ermita del Carmen.